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viernes, octubre 17, 2008

LOS MELLIZOS TIKY Y TOKO (...y algunas curiosidades)

Hace un tiempo me referí a esta historieta del genial Vidal Dávila, creador de Ocalito y Tumbita (VER). Ahora acabo de subir a La Colección de Dao treinta páginas extraídas de El “Che” Bartolo Nº 11, de diciembre de 1964. No se trata en rigor de un episodio extenso, sino de cortos gags eslabonados. Es como si Vidal Dávila no terminara de abandonar el formato tira que utilizó durante décadas en Billiken. Aquí, en general, apela en los remates a un cuadro que abarca todo el largo de la página apaisada, como si fuera la culminación de la historia. “Fin de año accidentado” es el título que le otorga unidad temática, aunque no siempre se hable de ello. El débil hilván argumental es apoyado por didascalias, indicadoras de tiempo, espacios o circunstancias. Por supuesto, que nada de lo antedicho obsta la eficacia de la historieta.

Uno de los gags, el de la vinería, es versión de una entrega de Ocalita y Tumbita, publicada muchos años antes en Billiken, que casualmente también había subido en este blog, para ilustrar un post (VER).

Otro que acostumbraba a redibujar sus propios episodios era Fola. He descubierto, gracias al blog de Pelopincho y Cachirula (VER), que los argumentos de muchas tiras de Billiken, se repiten después en Anteojito.
Por último, un dato interesante y poco conocido sobre la obra de Vidal Dávila es rescatado por Gociol y Rosemberg, en su libro La Historieta Argentina -Una Historia-, editado por De La Flor. De la pág. 266, extraigo esta reseña:

MONICO
“EI dibujo de un monigote"

Se podría decir que todas las historietas están protagonizadas por dibujos que representan personajes inspirados en la vida real. En ese sentido, Mónico constituye una curiosidad: se trata de una tira cuyo personaje principal es el dibujo de un monigote que representa exactamente eso, el dibujo de un monigote.
Creada por Vidal Dávila y publicada en la revista "Don Fulgencio" a partir del 9 de enero de 1946, Mónico es un graffiti que cualquier chico pudo haber estampado en una pared con pintura en aerosol o -como se hacía en la época en que apareció la historieta- con tiza o carbón. Lo que convierte a Mónico en un dibujo extravagante es que, de repente, cobra vida. Su cara inexpresiva muestra -de golpe- sentimientos: sus piernas y brazos se quiebran a la altura de codos y rodillas y hasta se escapa cuando un pintor de brocha gorda quiere blanquear la pared que lo alberga.
El monigote no habla, sólo escucha y observa lo que sucede en la vereda. Pero reacciona: tiembla ante un tiroteo, saca el paraguas si llueve y se le pone un ojo en compota cuando recibe un pelotazo.
Mónico aparece estampado, inclinado, sobre una pared, próximo a una esquina y cerca de una ventana que tiene una maceta. Está dibujado con trazos elementales y esquemáticos: dos círculos (uno chiquito y otro grande) unidos por una línea que hacen las veces de cabeza y panza, y cuatro palitos que simbolizan los brazos y las piernas. Los ojos son dos pequeños redondeles y la nariz y la boca están dibujadas con un par de rayitas. Una galera, tres puntitos a manera de botones y un par de flecos como dedos completan su figura. Después, por supuesto, está su vida interior.

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